En un lugar muy lejano había una cordillera montañosa que se había formado hacía miles de años. Una de las componentes de aquel accidente geofráfico tan magnífico era Evi, de algo más de ocho mil metros de altura, que se erguía envuelta en viento y nieve la mayor parte del año, y donde en su cumbre se alcanzaban unas temperaturas bajísimas.
Después de la época de monzones, las rutas de senderismo que los montañeros y los aficionados a la naturaleza hacían por allí eran una auténtica delicia. El fin para todos era alcanzar la cima de Evi, y hacerse muchas fotos allí arriba.Cuentos infantiles -El ciclo del agua
Evi se sentía muy halagada por todos aquellos caminantes y todas las cámaras de fotos que se llevaban su imagen impregnada en el objetivo de la máquina, pero había algo que no le convencía, y le decía a sus compañeras más cercanas en noches de viento y tormenta, para que nadie más la entendiera:
“Me siento desaprovechada, cuando hacen una foto de mi cima, los montañeros solo ven eso, mi cabeza, pero no se dan cuenta de lo que hay debajo, ¿qué puedo hacer para abrirles los ojos?”.
Sus compañeras Lhotse y Makalu se quedaban perplejas al oír a Evi decir estas cosas, ojalá ellas tuvieran la misma fama y la gente se hiciera tantas fotos en sus cimas.
Un día de verano llegó a la cima el montañero más mayor de la historia, Kitzal de 93 años de edad, alcanzó la cima sin ayuda de ningún tipo, y al llegar a la parte superior de Evi dijo:
“El mayor logro de mi vida ha sido llegar hasta aquí disfrutando más del camino que de la llegada, por eso estoy deseando volver a bajar, para volver a saborear las laderas de esta gran montaña, con su naturaleza, su gente y su actitud ante la vida”.
Evi al oír estas palabras, se emocionó tanto que la nieve que aún quedaba en su cima más elevada se derritió y como si de una canoa se tratase, Kitzal bajó la montaña deslizándose por ella hasta llegar al pie de la montaña.
Cuando el viejo y Evi se miraron desde abajo, ambos entendieron lo que había sucedido. Kitzal se depidió de Evi, y la gran montaña sintió como si un gran maestro de la vida le hubiera enseñado a vivir para siempre. Evi viviría por muchos años, y enseñaría a muchos montañeros y compañeras su nueva filosofía de vida, aunque los demás solo vieran que era la montaña más bella del mundo.
FIN